No hay lugar del Planeta donde la Navidad dure más que en Puerto Rico. El pistoletazo de salida en la más pequeña de las Antillas mayores lo da el día de Acción de Gracias y las fiestas no terminan hasta el 14 de enero, ocho días después del Día de Reyes con las llamadas Octavitas.
La celebración de la Natividad en Puerto Rico es una mezcla de tradiciones anglosajonas, españolas y africanas. La influencia más notable de Estados Unidos es quizás ese aroma a pino que inunda todo el país; los abetos adornados típicos de países fríos no faltan en ningún hogar de la isla tropical.
La esperada llegada del nórdico Santa Claus (pronunciado en buen puertorriqueño “Santaclóh”) ha eclipsado un poco la fiesta más distintiva de las navidades puertorriqueñas, sin embargo todavía muchos niños aguardan pacientes al 5 de enero para recibir sus regalos de mano de los Reyes Magos. Y es que el Día de Reyes es la tradición de más identidad para los puertorriqueños y a pesar de proceder de la festividad española, tiene particularidades únicas. La primera de esas particularidades es que los Reyes Magos van a caballo, en vez de en camello como en el resto del Mundo. Precisamente para esos caballos es que los niños ponen cajitas llenas de hierba debajo de sus camas.
La segunda particularidad es que en Borinquén “Sus Majestades” son considerados a nivel popular, santos. De esa pertenencia al santoral nacen las “Promesas de Reyes”, rituales religiosos y festivos en los que los devotos piden favores a los Santos Reyes Magos que luego, mediante una promesa, pagarán una vez estos se vean cumplidos. Durante esa liturgia, que tiene mucho que ver con las ofrendas de la Santería de origen africano, se prenden velas, se reza y se canta a los Reyes frente a un altar.
La tercera particularidad es que el nombre de dos de los Reyes es distinto respecto a Europa. En Puerto Rico igual que en Cuba, el de pelo oscuro no es Gaspar, sino Melchor, y el Rey Baltasar es representado como el viejo de cabello y barba blancos.
La isla de las luces
La fiesta o desfile de Reyes se celebra en varios pueblos de la isla, sin embargo en Juana Díaz es el lugar donde la tradición está más arraigada. En este pueblo del sur tuvo lugar la primera celebración en el año 1884 y desde entonces cada 6 de enero hombres, mujeres y niños se arremolinan en la calles del pueblo para ser testigos de la Fiesta de la Epifanía y del desfile de los Reyes que será el punto de partida de un viaje hacia otros pueblos de la isla para llevar la Buena nueva del nacimiento de Cristo. Este pueblo cuenta incluso con un museo dedicado a los Magos. Y es que los Santos Reyes Magos no sólo se consideran símbolos navideños, sino también un símbolo de resistencia cultural muy popular durante el resto del año que es motivo de obras de arte o de las preciadas artesanías de tallas de santos.
Las luces navideñas son otro distintivo de la Navidad puertorriqueña, después de Acción de Gracias y durante la primera semana de diciembre los municipios celebran su tradicional “Encendido de la Navidad”, acto en el que se prenden las luces que engalanarán árboles, calles y plazas. Puerto Rico se caracteriza por tirar la casa por la ventana en ese sentido por la exagerada cantidad de bombillas y guirnaldas luminosas que hacen de todo el país una estampa cegadora. Normalmente los “encendidos” tienen lugar en las principales plazas de ciudades y pueblos, y van acompañados de actividades culturales y familiares, conciertos de música típica y en algunos casos hasta fuegos artificiales. Además los adornos de luz iluminan no solo los espacios públicos, sino casas particulares y centros comerciales (estos últimos también hacen sus encendidos de Navidad).
La tierra de la música
Pero Navidad significa sobretodo música. Toda fiesta, celebración o ritual religioso
que se precie tiene que contar con músicos o aficionados que sepan hacer sonar la guitarra, el cuatro, el güiro o las maracas. Durante esos días los tradicionales bazares de artesanía toman la ciudad y es frecuente encontrarse con grupos de música típica en plazas y mercados.
Nueve días antes de Nochebuena tienen lugar las “Misas de Aguinaldo”, a las que los feligreses católicos acuden alrededor de las cinco de la mañana para empezar un novenario, que finaliza con la famosa Misa de Gallo, que se celebra el 24 de diciembre, y que anuncia el nacimiento del Niño Jesús.
Otra de las costumbres navideñas más divertidas son las célebres parrandas que a pesar haber disminuido mucho a causa de la criminalidad, empiezan ya a principios de diciembre. Las parrandas o también denominadas “asaltos” consisten en la costumbre de que un grupo de “músicos” “armados” con instrumentos llegan a la casas de amigos, familiares o vecinos en horas de la madrugada y les sorprenden a grito de “Asalto!!”, cantando hasta despertarlos y lograr que les abran la puerta. Una vez dentro de la casa siguen entonado y tocando su música hasta que amanece. Las parrandas eran frecuentes en las zonas rurales y a su vez los parranderos después de llevar música y villancicos eran y son todavía hoy, premiados con platos y bebidas típicas.
La importancia de la comida navideña
El menú navideño se repite a lo largo de las fiestas y consiste en el tradicional lechón (cerdo) asado, el pernil al horno con piña, los pasteles (tamales de plátano o yuca rellenos de cerdo o pollo), el arroz con gandules y la ensalada de papa. Postres como el dulce de lechosa (postre hecho con papaya), el tembleque o el arroz con dulce hacen las delicias de los más golosos.
Los parranderos y los invitados a los banquetes navideños también degustan el coquito (bebida espesa a base de coco y ron) o el famoso y polémico “pitorro” que no es otra cosa que un aguardiente destilado del ron, que cada casa cura de forma artesanal con diferentes frutas e ingredientes. Vale decir que el pitorro casero no está autorizado para la venta por su alto contenido en alcohol.
El 31 de diciembre los puertorriqueños se reúnen en familia o entre amigos para despedir al Año. En toda la isla los estruendos de los cohetes dando la bienvenida al año nuevo dejan sordo hasta al más fiestero y las pobres mascotas corren despavoridas a esconderse en los rincones más recónditos de la casa. Después de la cuenta atrás y traspasada la medianoche, en la radio se emite el “El brindis del bohemio”, un nostálgico poema de origen mejicano que ha traspasado fronteras.
A pesar de que las Octavitas marcan oficialmente el fin de la Navidad en Puerto Rico, en San Juan (la capital) ésta aún se prolonga un poco más con las fiestas patronales de la calle San Sebastián, que van del 19 al 22 de enero.