Con motivo de esta 36ª edición de las Jornadas Europeas del Patrimonio (JEP), la anticuaria Marie-Line Bourguignon decidió mostrar al público los objetos que formaban parte de la vida cotidiana de los habitantes del archipiélago guadalupeño, hace algunas décadas, en una exposición titulada “Le passé retrouvé” (El pasado recuperado).
Durante estos tres días dedicados al patrimonio (del 20 al 22 de septiembre), en el Pavillon de la Ville en Pointe-à-Pitre, personas de todas las edades y de todos los ámbitos de la vida vinieron a ver estos objetos que presentaba Marie-Line Bourguignon.
En el primer piso, la sala más grande albergaba máquinas de coser, una balanza de banco para pesar oro y otra balanza para pesar alimentos, velones, una máquina de escribir, un teléfono, un molino para moler las habas de cacao, un tostador, un molinillo de café, una cafetera, algunos “karo” (antepasados de la plancha eléctrica), platos, platillos y tazas de la fábrica de porcelana del padre de Victor Schoelcher (político francés que luchó por la abolición de la esclavitud en 1848), una foto de miembros de la muy conocida asociación “Solidarité Scolaire” con personalidades, muebles antiguos, muñecas de tela, viejos periódicos locales que datan de más de 50 años (Le Nouvelliste, Antilles Matin, La Tribune…) Aunque la mayoría de estos objetos pertenecían a guadalupeños, no se fabricaron en la isla con excepción de los objetos de madera (muebles, etc.). Fue imposible no preguntarle a Marie-Line Bourguignon cómo ella pudo reunir todos estos objetos que son sólo parte de lo que tiene.
La pasión de los objetos antiguos
“Desde que era pequeña, siempre me han atraído las cosas viejas. Cuando hice mi primera comunión, una prima me dio un álbum, así que comencé a recoger sellos, luego chapas, caja de cerillas, etc. Cuando me volví adulto, sabía que cada día de Año Nuevo, la gente solía deshacerse de las cosas viejas, así que conduje por las calles de Pointe-à-Pitre para recogerlas. Un día, encontré una magnífica cama con columnas en la calle de Chambertrand, lo subí a mi auto y lo llevé al Señor Fanfan, un haitiano que era ebanista. Cuando lo vio, me dijo “wouaw ¡es una cama hermosa!”, me pidió 1,000 FF para arreglarlo. Después de la reparación, alquilé un camión para llevarlo a casa. El médico de familia lo vio y me preguntó si estaba en venta. Yo no trabajaba en ese momento y no sabía mucho sobre los muebles antiguos, así que le pedí 3 000 FF, ella aceptó en seguida; para mí, era mucho dinero, pero luego supe que este mueble valía 10,000 FF (…) Continué recogiendo o comprando cosas que amontonaba en una habitación. Llamaba por teléfono a la Dra. Mayoute para proponerle objetos y ella los compraba. Tan pronto como se destruía una casa en Pointe-à-Pitre, iba a ver lo que podía encontrar (periódicos, muebles, por ejemplo). Una vez, recogí una colección de damajuanas. La gente aún no sabía el valor de estos objetos, para ella era “vyé biten” (cosas viejas) que quería tirar. No debemos juzgarla porque a menudo estos objetos les recordaban “An tan Sorin” (*época del gobernador Sorin durante la Segunda Guerra Mundial) que quería olvidar”, contó Marie-Line Bourguignon.
Una activista anticuaria
La colecta de objetos antiguos que primero era su pasión se convertió en su profesión. En 2007, ella decidía establecerse como anticuaria en la calle Schoelcher; el nombre de su tienda: La Brocante des Îles. Los habitantes de la isla y turistas no dudan en abrir las puertas de esta “cueva de Ali Babá” para mirar los objetos o comprar uno de ellos e informarse. “Cuando la gente viene para hacer estimar un mueble que quiere vender, le propongo restaurarlo a costa mía (trabajo con un muchacho que trabaja muy bien y barato), si después de la restauración todavía quiere venderlo, lo compro pero muy a menudo prefiere conservarlo, ayudo de esta manera a los guadalupeños a mantener en casa su patrimonio. Ya intenté comprar objetos hermosos y viejos en Marie-Galante, pero la gente prefiere mantenerlos en casa, se niegan a venderlos, también es por esa razón se dice que es una isla auténtica”, explicó Marie-Line Bourguignon.
Durante este evento cultural, la anticuaria fue secundada por su prima Line Bourguignon, una profesora retirada de literatura francesa, apasionada por el pasado y que incluso hizo el árbol genealógico de la familia hasta el siglo XVII y descubrió a un antepasado peul…
Una jarra de melaza de más de 2 siglos
Pero la estrella de esta exposición “Le passé retrouvé” fue una jarra de melaza, expuesta en el centro de una sala pequeña con tres cuadros de los cuales un pequeño en la pared que representaba a una joven negra pintada por un pintor holandés en 1927 y un violín que sólo las familias acomodadas poseían, hace sólo unos años. Cada visitante quería saber la historia de esta famosa jarra hecha entre 1760 y 1800 y Marie-Line Bourguignon, la contó incansablemente: “esta jarra tenía un cono y se echaba melaza en ella. En la jarra, la melaza se endurecía y se volvía un bloque de azúcar, después se rompía la jarra para tomar el azúcar y partirlo en pedazos, el azúcar en grano no existía en aquel momento. Esta jarra fue hecha por esclavos en la Cerámica Fidelin, los Fidelin son la primera familia blanca que organizó un negocio en el archipiélago de Guadalupe, en Terre-de-Bas, Les Saintes. Crearon una fábrica y vendieron sus producciones en el Caribe (Cuba, República Dominicana etc.). Los Fidelin tenían 200 esclavos – eran los mejores en su campo – y cruzaban el mar en piraguas para ir a buscar el barro en Trois-Rivières. Sobre esta jarra de melaza, hay la letra F para Fidelin”, contó ella. Probablemente, a persona que vendió a la anticuaria esta jarra no sabía su valor y la profesional tuvo que hacer investigaciones… A Marie-Line Bourguignon le gustaría que una institución cultural pública de Guadalupe compre este objeto único para protegerla y mostrarla a un público más amplio.