Maryse Condé se fue de puntillas el 2 de abril, a la edad de 90 años, y los homenajes no han dejado de sucederse desde entonces. Cada especialista de la literatura da sus pensamientos sobre la gran dama. La guadalupeña no era sólo una escritora, era también una biblioteca viviente, dado el número de libros que escribió (una treintena) y el número de traducciones a una docena de idiomas extranjeros. Su muerte es una gran pérdida para la literatura guadalupeña, caribeña, francesa e internacional.
Maryse Condé amaba Guadalupe, la isla que la vio nacer y que dejó a los 16 años para continuar sus estudios en Francia. En su búsqueda de identidad, se dirigió a África. Se casó con un actor originario de Guinea y, como le fascinaba el continente negro, conservó el apellido de este africano tras cinco años de matrimonio y tres hijos. “Condé”, un apellido muy común en África Occidental en lugar de “Boucolon”, el apellido dado a su antepasado después de la esclavitud en 1848.
Maryse Condé había viajado por toda el África negra (Costa de Marfil, Guinea, Ghana, Senegal, Malí, etc.), enseñando a los jóvenes o haciendo investigaciones. Seguramente había pensado que su color de piel le abriría todas las puertas, que la verían como la “hermana” cuyo antepasado había partido siglos antes hacia el Nuevo Mundo, pero allí, en África, la consideraban una extranjera, una francesa de piel oscura, descendiente de esclavos. Haber sido “esclavo” suele considerarse en el África negra como el peor destino que uno puede tener…
Maryse Condé amaba el continente negro, pero había aprendido a mirarlo en toda su complejidad, con todos sus defectos y cualidades. Había escrito sobre África – en particular en su primera novela, “Heremakhonon”, inspirada en sus años pasados en Guinea y publicada en 1976, y luego en “Ségou”, novela histórica que presenta el poderoso reino bambara hasta el siglo XIX, en el actual Malí, publicada en 1984 (volumen 1) y 1985 (volumen 2). E incluso cuando escribía sobre Guadalupe, las referencias a África nunca estaban lejos.
Maryse Condé celebró África, contribuyó a que África fuera conocida y comprendida, pero desgraciadamente nunca fue honrada por África. En efecto, a lo largo de su carrera, la novelista guadalupeña recibió numerosos premios literarios y distinciones literarias (Premio de la Académie Française en 1988, Francia; Premio Liberatur en 1988, Alemania, por “Ségou”; Premio Puterbaugh en 1993, Estados Unidos; Miembro Honorario de la Académie des Lettres du Québec en 1998, Canadá; Premio Nobel Alternativo de Literatura en 2018, Suecia, etc.).
Sin embargo, no hay ningún galardón procedente de un país africano. Ni siquiera el Grand Prix Afrique, creado en 1952 en París por la Association des écrivains de langue française (ADELF) y destinado a escritores francófonos del África subsahariana o a una obra relacionada con esta zona geográfica…
Finalmente, Maryse Condé era una persona incomprendida en África y quizás no esperaba nada del continente de sus antepasados.