Después de haber tenido un primer contacto con la arcilla en 1978, Nicole Favières-Bourguignon nunca dejó de descubrir las técnicas de la escultura. Su sed de conocimientos en el ámbito de las artes plásticas la llevó a estudiar con grandes nombres de la escultura, del dibujo y de la pintura. Si esta asistente social de profesión participó en exposiciones colectivas, aún no tomó la decisión de mostrar sola todas las obras que es capaz de producir.
Cuando, por primera vez, alguien entra en la casa de Nicole Favières-Bourguigon ubicada en el municipio de Petit-Bourg, nunca podrá imaginar que alberga un gran número de esculturas de gran belleza. Todas las piezas están en la sala de estar y en la cocina, pero sin ninguna ostentación porque la artista no solo brilla por su talento pero también por su discreción. En una época en que muchos se autodenominan “artistas” pero mostrando pruebas irrisorias de su creatividad, Nicole Bourguignon-Favières que es una verdadera creadora de obras de arte no reinvindica ningún título, se deja sólo llevar por su pasión en que desea en primero lugar florecer. Hay que decir que antes de este artículo para nuestra revista, esta trabajadora social que practica en el campo de la adopción de niños nunca se había interrogado realmente sobre lo que la había conducido al arte, a la escultura. Tras reflexionar, observó que era su familia porque cada uno de los miembros tiene un campo personal de creación, en particular su madre. “Mirando hacia atrás, me di cuenta de que mi madre, una enfermera de profesión, siempre había creado, ella pintaba manteles de la iglesia y siempre me había enseñado a mirar las esculturas. Me comunicó su admiración por todas estas estatuas exhibidas en particular en la iglesia Saint-Pierre y Saint-Paul de Pointe-à-Pitre, pero también en otras iglesias de Guadalupe, Francia y otros lugares. Me pedía que admirara las expresiones en los rostros de los santos, los efectos de pliegues y de transparencia de los velos esculpidos en el mármol, etc. Muchas veces, ella dijo cómo modelaba figuritas en el lodo”, cuenta Nicole Bourguigon-Favières. Sin embargo, si siempre escuchó los comentarios de su madre y vio su trabajo, la chica que ella era, en aquella época, nunca se sintió atraída por esta disciplina artística.
El descubrimiento de la arcilla
En 1978, Nicole Favières-Bourguignon tuvo su primer contacto con lo que ella llama, con mucho respeto, “la Tierra”. Se produjo durante un curso en los Yvelines (Francia) en un instituto llamado “La Rencontre” (El Encuentro) – un nombre predestinado – cuando era estudiante. Fue una experiencia increíble : “Participé en un taller de alfarería. Me gustó este material plástico, maleable y capaz también de solidificar y, además, de recibir texturas y colores. ¡Es un placer!”, dice. En 1990, después del nacimiento de sus hijos, Nicole Favières-Bourguignon quiso crear con sus manos. Entonces, su hermana le habló de un curso de alfarería organizado por Sylvie Tersen (conservadora de museo) con Mireille Prompt (escultora) en el Museo Saint-John Perse en Pointe-à-Pitre. “En ese momento, “alfarería” significaba “jarro” para mí. Pues, aprendí a hacer jarros. Descubrí y aprendí el arte de la cerámica amerindia (…) Pero, sobre todo, durante una visita a Mireille, descubrí el mundo ilimitado de la forma y el infinito de esta forma, las posibilidades infinitas con la tierra”, dice. La joven continuó su formación con el escultor Patrick Proust quien le enseñó, entre otras cosas, el torno, el modelado del cuerpo y la teoría de la cocción. “Entonces, me di cuenta de cuánto la tierra era exactamente lo que yo necesitaba y me hizo sentir cómoda“, dice. Después de estos diferentes períodos de prácticas, Nicole compró arcilla para tratar de crear sus propias obras a partir de las diferentes técnicas que aprendió. Todavía tiene algunos objetos útiles que hizo en sus comienzos (jaboneras, cestas de fruta, apliques, etc.).
Poco después, asistió a las clases del alfarero Gilles Kali en el Centre des Métiers d’Art. En casa, trató de producir una pieza a partir de lo que veía o de lo que imaginaba. Apasionada por el arte africano, utilizó éste para sus creaciones como máscaras o estatuillas. También trató de reproducir el cuerpo humano, en particular la cara.
Una gran sed de conocimiento
En su búsqueda de técnicas, compró libros, se documentó. Ella descubrió el trabajo de algunos autores como Bérit Hildre, la escultora noruega y Monique Sidelsky, la escultora francesa. Las obras del escultor guadalupeño Jacky Poulier la fascinaron. De 1997 a 1999, Nicole Favières-Bourguignon asistió como oyente a curso sobre el volumen en el Centre d’Arts Plastiques en Le Lamentin dirigido por Michel Rovélas. Ya conocía al quien está considerado como uno de los pioneros en las artes plásticas en Guadalupe porque, unos años antes, había abierto su “Galerie Igha-Igha” en el barrio de Pointe-à-Pitre donde ella vivía. Durante este segundo encuentro, aprendió la escultura de yeso, la escultura de madera etc. Según sus disponibilidades, asistió a cursos sobre el arte en el Caribe y le gustaron las intervenciones de la profesora, investigadora y crítica de arte cubana, Yolanda Wood o las del profesor de filosofía guadalupeño, Cyril Serva. “Disfruté escuchando a estas personas hablar de la historia del arte del Caribe. Antes, el arte haitiano me era indiferente pero cuando comenzaron a explicarlo, tuvo sentido (…) El trabajo de los estudiantes expuestos al final del año serán mis primeras exposiciones que me confrontarán con el profundo malestar que puede producir esta experiencia”, dice.
Después de esta formación, la escultora decidió dar rienda suelta a su imaginación y emprendió la decoración de su cocina haciendo bajorelieves para las puertas de los armarios.
De 2002 a 2004, formó parte de los estudiantes de Maurice Vital en el Office Municipal de la Culture et du Sport (OMCS) de Le Gosier para aprender a dibujar. “Maurice será una de estas personas que me empujarán a exponerme”, dice. El artista haitiano le repetió muchas veces : “¡Nicole, tienes que dejar de esconder tus obras debajo de tu cama!” para que ella entendiera que su trabajo merecía ser visto… No escapó a las exposiciones de fin de año que tuvieron lugar en la mediateca del municipio. Luego, se fue a completar su aprendizaje del dibujo y adquirir conocimientos básicos de la pintura al óleo con la pintora Catherine Pugliesi-Conti.
Un curso con Philippe Faraut en los Estados Unidos
En 2009 y 2011, se unió a la asociación Alizarine donde participó en dos exposiciones colectivas tituladas “Visions d’Auteurs, Lectures de Peintres“. Concretamente, se trataba de crear obras a partir de un pasaje de una novela caribeña. Nicole se inspirará en poemas criollos y sobre todo en la famosa novela “Pluie et Vent sur Télumée Miracle”, de Simone Schwarz-Bart, que marcó su adolescencia para dar vida a varios personajes. En 2009, vendió su primera escultura, el personaje de Victoire, la compradora se enamoró realmente de esta obra… Durante un viaje a París, Nicole Favières-Bourguignon que siempre está en busca de conocimiento se puso en contacto con el taller de la escultora Élisabeth Bonvalot para aprender, entre otras cosas, las pátinas.
También en 2011, la editorial Nestor publicó la colección de intervenciones del coloquio “Imaginaire créole et rézonans” organizado por la asociación de psicólogos de Guadalupe; piezas de su exposición anterior fueron seleccionadas para ilustrar esta publicación. Ese mismo año, su pareja, Eugène Louisor, añadió las artes plásticas al Festival International du Zouk (FIZ) que organiza y le pidió que realizara la exposición colectiva que tiene lugar cada año en agosto en el Centre Culturel Rémi Nainsouta y que se convertió en un escaparate de las artes plásticas en Guadalupe. Para la edición de 2017, la artista se atrevió a esculpir el rostro del difunto cantante de zouk Patrick Saint-Éloi… En 2012, Nicole Bourguignon-Favières emprendió la realización de la “Antillane”, una escultura que representa la versión antillana de la “Marianne”, el símbolo nacional francés. Sin embargo, su búsqueda insaciable de conocimiento artístico era demasiado fuerte entonces, alentada por sus hijos, cumplió un sueño : participar en el seminario de escultura – al que asisten artistas de todas las nacionalidades – organizado por el famoso Philippe Faraut en su casa de Honeoye en el Estado de Nueva York. Su hija y su hijo la acompañaron en este largo viaje a los Estados Unidos… Hoy, la artista tiene la intención de regresar allá para descubrir otras técnicas con el maestro.
La Antillane, un verdadero desafío
A su regreso, continuó la creación de la “Antillane”, este busto imponente en tierra roja de una mujer con un vestido tradicional, joyas criollas, trenzas y “choux”, que es un compendio de las diversas contribuciones en nuestra cultura. “A través de mis obras, estoy buscando espontáneamente el “nosotros”, nuestra representación, nuestras posturas de ayer y de hoy, nuestras maneras de ser y de hacer”, dice la artista. Tras este desafío, Nicole participó en otras exposiciones colectivas como “Terra Sylva”, organizada por Karukéra Bonzaï en 2014, “Ça crée fort”, creada por los residentes de Fort Fleur d’Epée en 2015 y luego, ayudó la asociación Libell’Art a hacer joyas de tierra. Ese mismo año, como Nicole nunca está muy lejos de una pasantía, asistió a cursos de cerámica en la isla de Désirade luego, en 2016, aprendió la cocción raku con la ceramista, Laéticia Édouard. Durante el mismo período, con Jean-Louis Halley (pintor), Véronique Rolnin (pintora y escultora) y miembros de Libell’Art, participó en la fabricación de un fondo del escenario para un espectáculo de danza titulado “De l’Égypte à la Guadeloupe”. Una buena oportunidad para ella de descubrir la pintura de gran formato…
Después de casi treinta años de escultura, Nicole Favières-Bourguignon sabe que, algún día, tendrá que confrontarse con sí misma al realizar su primera exposición personal. Actualmente, considera este arte como un momento de placer.